Señor Jesús, en esta noche me acerco a Ti con el corazón cansado y la mente llena de los altibajos de este día. Así como los israelitas se enfrentaron al Mar Rojo, también yo me encuentro atrapado entre mis miedos y preocupaciones, sintiéndome sin salida y cargando mis propias esclavitudes, ya sean heridas, temores o fracasos.
Tú, Jesús, que atravesaste la oscuridad de la muerte para llevarnos a la luz de la resurrección, ven a mi lado en este momento de duda y agotamiento. Sé Tú mi Moisés, mi guía, mi fortaleza. Ayúdame a creer que hoy, incluso en medio de mis batallas, puedo cruzar hacia una nueva orilla donde el peso de mis cargas quede atrás y encuentre la libertad que tanto anhelo.
Enséñame a confiar en que, así como el mar se abrió para el pueblo de Israel, Tú también abrirás un camino en medio de mis dificultades. Dame la gracia de caminar contigo, paso a paso, sabiendo que cada dolor y cada desafío no son el final, sino la invitación a un nuevo comienzo.
En esta noche, quiero participar de tu milagro, Jesús. Quiero dejar atrás los faraones que me esclavizan: mi miedo, mi ansiedad, mis heridas profundas. Dame la paz y la certeza de que, al descansar esta noche en tus brazos, Tú me sostendrás y, al amanecer, me levantarás con la fuerza necesaria para seguir caminando.
Que tu resurrección sea mi esperanza y tu amor, mi guía. Gracias, Señor, por caminar conmigo y por recordarme que siempre hay una nueva orilla esperándome, más allá de mis tormentas. ¡Amén!
Tú, Jesús, que atravesaste la oscuridad de la muerte para llevarnos a la luz de la resurrección, ven a mi lado en este momento de duda y agotamiento. Sé Tú mi Moisés, mi guía, mi fortaleza. Ayúdame a creer que hoy, incluso en medio de mis batallas, puedo cruzar hacia una nueva orilla donde el peso de mis cargas quede atrás y encuentre la libertad que tanto anhelo.
Enséñame a confiar en que, así como el mar se abrió para el pueblo de Israel, Tú también abrirás un camino en medio de mis dificultades. Dame la gracia de caminar contigo, paso a paso, sabiendo que cada dolor y cada desafío no son el final, sino la invitación a un nuevo comienzo.
En esta noche, quiero participar de tu milagro, Jesús. Quiero dejar atrás los faraones que me esclavizan: mi miedo, mi ansiedad, mis heridas profundas. Dame la paz y la certeza de que, al descansar esta noche en tus brazos, Tú me sostendrás y, al amanecer, me levantarás con la fuerza necesaria para seguir caminando.
Que tu resurrección sea mi esperanza y tu amor, mi guía. Gracias, Señor, por caminar conmigo y por recordarme que siempre hay una nueva orilla esperándome, más allá de mis tormentas. ¡Amén!
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